domingo, febrero 19, 2006

La Muerte Blanca 2a. parte. ( 1a. parte, post anterior)...

Se llamaba Vajpayee Atal Bihari, empezó a decir...
Era el mejor cazador de la aldea, el más valiente, el más fuerte, el más solitario, el único que se atrevía a entrar a la selva de noche...
Todos lo escuchaban con atención y en silencio, el único sonido que acompañaba a su voz ronca y cansada era el crepitar de la hoguera, que Prasad avivaba de cuando en cuando, para evitar que se apagara.
El mejor cazador, sí, pero también el más callado de todos los humanos que he conocido, al grado de que había quien pensaba que era mudo, pero no, sí hablaba, pero solamente cuando era absolutamente necesario, él prefería sumergirse en sus propios pensamientos. ¿En qué pensaba?, solamente él lo sabía, pero me atrevo a decir que seguramente en la selva, donde pasaba la mayor parte del tiempo, casi siempre cazando, aunque algunas veces solamente caminaba y caminaba como si quisiera aprenderse de memoria la ubicación de cada árbol, cada roca, cada vuelta del arroyo, tal vez hasta de cada hoja...
Fué en una de esas caminatas, una tarde especialmente calurosa y sofocante en que se dirigía a la aldea, siguiendo el curso del arroyo
para tardar más en llegar, cuando lo vió por primera vez...
- ¿ Qué vió ?, ¿ Qué vió ? , lo interrumpió Jumna, el nieto mayor de Prasad, quien le dió un coscorrón para que se callara, al tiempo que le hacía una seña a Narayanan para que continuara con su relato.
Era hermoso, dijo, tomó un trago largo de licor de palma, se limpió la boca con el dorso de la mano izquierda, eructó sonoramente y continuó; hermoso a pesar de estar tan flaco, sucio y maltrecho como si acabara de ser arrastrado entre la maleza, incluso se le veía un poco de sangre seca en el costado derecho, además, gemía suavemente al caminar, como si cada paso le causara dolor.
- Sí, sí, pero ¿ Qué era?, preguntó Jumna una vez más, agachándose para esquivar la mano de su abuelo que iba directo a su oreja.
Era un cachorro de tigre, dijo por fin Narayanan, pero no un cachorro cualquiera, no, éste era blanco en donde debería ser anaranjado, con rayas negras como todos, pero blanco como la luna llena de la cabeza a la cola.
- ¡ Ahhhh!-
Exclamaron todos al unísono.
Pero lo más raro de todo era que sus ojos eran blancos también...
- ¡ Ohhhhhh !-
Dijeron más sorprendidos aún.
- ¿ Y qué hizo Vajpayee ? - , preguntó Nehru, otro nieto de Prasad.
- Pues lo mató. ¿ Verdad que sí, Narayanan?- , contestó rápidamente Jumna, viendo a su hermano menor como si fuera el ser más tonto del universo por haber hecho semejante pregunta.
Esa fué su primera intención,continuó Narayanan, así que tomó su arco, le puso una flecha, lo tensó, apuntó y, cuando estaba a punto de tirarle, pensó que tal vez la madre andaba cerca, así que bajó el arco, rápidamente cambió la flecha que tenía y le puso una envenenada de las que usaba para los animales grandes o muy rápidos, tensó el arco mientras se colocaba de espaldas a un árbol grueso para protegerse un poco y esperó a que la tigresa apareciera. Mientras tanto, el cachorro lo seguía mirando con aquellos ojos claros, penetrantes, fríos, totalmente inmóvil.
Inmóvil también se había quedado la jungla, todo estaba en silencio, parecía como si el tiempo se hubiese detenido para observar lo que en esos momentos sucedía entre hombre y bestia, enemigos ancestrales, esperando por un desenlace que al parecer, favorecía de momento al hombre, por lo pequeño de su adversario...
Pasó bastante tiempo, los brazos de Vajpayee le dolían de tanto tensar el arco y lo tuvo que aflojar, pero inmediatamente lo soltó y echó mano de su faca, una espada pequeña de hoja curva, angosta en la base pero más ancha hacia la punta, muy práctica para desollar a sus presas, pero tal vez inútil para luchar contra un animal tan grande y fiero como una tigresa con crías, sin embargo, era lo único que podía sostener mientras sus brazos descansaban.
Esperó bañado en sudor, esperó y esperó y al único tigre que veía seguía siendo el esquelético cachorro aquel que nunca lo perdió de vista mientras cambiaba de arma, las cuatro veces que lo hizo, siempre estuvo ahí mirándolo sin moverse de la misma posición que tenía cuando se vieron por primera vez.
Después de aguzar el oído una vez más, para tratar de descubrir algún ruido diferente al barullo habitual de la selva, que se había reiniciado hacía un buen rato, Vajpayee decidió que era tiempo de moverse, así que recogió el trozo de carne de jabalí que llevaba y que casi había olvidado por la tensión del momento que acababa de pasar, volvió a tensar el arco y empezó a caminar despacio hacia atrás, sin perder de vista al pequeño animal, pero volteando hacia todos lados tratando de distinguir entre la espesura alguna mancha blanca o naranja ( no sabía qué color buscar ), que delatara la presencia de la madre, sin embargo, caminó un largo trecho y no escuchó ni pudo ver nada fuera de lo normal, así que se relajó un poco, aspiró una gran bocanada de aire y se dispuso a continuar su camino de regreso a la aldea, mientras la noche empezaba a desplazar poco a poco a la claridad del día...
- ¿ Entonces no lo mató ?- , interrumpió Jumna una vez más volteando a ver a su abuelo quien en vez de reprenderlo preguntó : - ¿ Ahí termina la historia ?- , y varios de los presentes tenían en sus rostros una expresión que parecía decir : yo también quiero saber.
No y no, siguió contando el chamán, después de haber tomado otro trago de ese licor de palma que tanto le gustaba. Lo que pasó después es un poco extraño, a partir de entonces, Vajpayee se topaba con el cachorro frecuentemente, sin importar que fuera a un lugar distinto cada vez, o que entre un lugar y otro hubiera una distancia considerable, o que se internara en la selva en diferente momento del día, el animal parecía seguirlo, poniéndolo en alerta esperando ver a la madre lista para atacar. Pero eso nunca sucedió, siempre veía solamente a Luna, que fué el nombre que le puso al animal, asumiendo que era hembra, ya que no había intentado acercarse lo suficiente para saber con certeza su sexo, además de que solo en contadas ocasiones pudo ver más allá de su cabeza, por lo intrincado de la selva. Lo que sí pudo notar era que Luna se veía cada vez más flaca,quizás porque todavía no podía cazar bien, o porque su color no le ayudaba a pasar desapercibida, el caso es que se estaba quedando en los huesos y pronto moriría de hambre. Pero él no iba a permitirlo, ya se había acostumbrado a su compañía, además no le estorbaba, porque en cuanto venteaba algún animal, se quedaba quieta para no espantarlo y así él podía acercarse hasta verlo y tenerlo a tiro, así que empezó a compartir con ella sus presas, un mono, medio jabalí, un par de aves, incluso algunos peces que sacaba del arroyo cuando no lograba matar algo más sabroso ( el pescado no era muy del agrado del cazador ), pero nunca se acercaron, siempre mantuvieron su distancia. Se acompañaban, sí, pero de lejos.
Así fué pasando el tiempo. Luna crecía cada día más, gracias a la generosidad de Vajpayee, pero también a sus habilidades naturales que se perfeccionaban cada vez que conseguía cazar algún animal por su cuenta.
Un día después de haberse cumplido un año de su primer encuentro, cuando ya su tamaño era el de un tigre adulto, Luna desapareció. Así como había aparecido, de la nada, sin previo aviso, dejó de aparecerse por donde Vajpayee andaba. Eso entristeció y preocupó al cazador, que al pasar varios días sin verla, empezó a temer que le hubiera pasado algo, aunque albergaba la esperanza de que la ausencia se debiera simplemente a que la naturaleza le hubiera indicado a Luna que era tiempo de buscar un macho grande y fuerte para tener sus propios cachorros.
- ¿ Un macho? -
- ¿ Entonces sí era hembra? -
- ¿ Tuvo hijitos? -
Las preguntas eran varias y se hacía tarde, así que Narayanan levantó su brazo derecho para callar a sus curiosos e impacientes oyentes y continuó...
Si, sí era hembra, Vajpayee lo había descubierto unos días antes de que desapareciera, cuando pudo verla con detenimiento por unos momentos mientras se inclinó para beber del arroyo. Precisamente ese fué el día en que me contó de la tigresa blanca que lo había acompañado en sus partidas de caza, y yo, después de escuchar semejante historia, le pedí de todas las formas posibles que me llevara con él, para poder ver con mis propios ojos, aquello que me parecía tan difícil de creer.
No sé si fué porque realmente quería llevarme ó porque mi insistencia se volvió insoportable después de unos días, que me prometió dejarme acompañarlo si volvía a verla, ya que, según me dijo, parecía haberse ido. Por supuesto que no le creí, pensé que, ó no quería que nadie más la viera ó simplemente todo era mentira. Sin embargo,un día, luego de varios meses, cuando ya ni me acordaba de la mentada tigresa blanca, me dijo en cuanto me vió: ! Luna regresó!, ! Luna regresó!, este ya se volvió loco, pensé mientras volteaba a ver el sol de medio día que calentaba con toda su fuerza obligando a todos en la aldea a guarecerse en la frescura de sus chozas. ! Luna regresó!, me volvió a decir, sacudiéndome de los hombros con tal fuerza que sentí que mi cabeza iba a desprenderse en cualquier momento. !Espera!, !Espera!, le dije, toma un poco de agua, cálmate, respira hondo, eso, más hondo, otra vez, no, no, no, toma otro trago de agua; ahora sí, dime, ¿ Quién dices que regresó?
! Luna!, ! La tigresa!, ! La del pelo blanco!, ¿ No te acuerdas que te conté de ella?
!Ahhh!, ! Sí !, ! Ya me acordé !, ¿ La que prometiste llevarme a ver?, le dije.
! Sí ! ! Esa misma !... ¿ Eh ?, ¿ Que yo prometí qué ?, me dijo mientras le cambiaba la expresión de gusto que traía, por otra no tan agradable, aunque de todas formas, después de pensarlo un momento, me dijo: Está bien, mañana vamos a verla. Nos vamos temprano, así que no te desveles.
- ¿ Y la viste ?-
- ¿ Estaba sola ?-
- ¿ Ya tenía hijitos ?-
Si me siguen interrumpiendo nunca voy a terminar de contarles, mejor cállense y traigan un poco más de leña para la fogata, antes de que este airecito la apague, dijo el hechicero, con un dejo de cansancio en la voz.
Nehru trajo un par de leños, atizó la hoguera y se sentó junto a su padre para recargarse en él mientras continuaba escuchando el relato...
Así que al amanecer del día siguiente, emprendimos el viaje caminando hacia donde sale el sol, hasta que llegamos a la orilla del pantano, por el lado donde crece el bambú. Llegué cansado y con mucha hambre, el día estaba terminando y no habíamos comido nada desde que salimos, aunque descansamos unas cuantas veces, solo tomamos agua, para que no nos agarrara la noche en la selva profunda, porque ahí es mayor el peligro de ser atacados por algún animal, así que nos apresuramos para llegar hasta ese claro, donde pensábamos que estaríamos seguros hasta el amanecer, cuando empezáramos a buscar a Luna.
Encendimos una fogata para ahuyentar a los insectos que abundan en todo el pantano, que nos sirvió también para asar una serpiente que Vajpayee acababa de matar y que comimos con verdadero gusto por el hambre que teníamos. Aunque no es algo que me guste mucho, esa noche me supo bastante bien.
Después de comer, mientras nos preparábamos para pasar la noche, yo durmiendo y él vigilando, empe-
zamos a platicar de la razón del viaje: encontrar a la tigresa blanca, así que le pregunté hacia dónde la había visto la vez anterior.
Fué hacia allá -me contestó- , señalando hacia su derecha, por donde está la pequeña ciénaga que rodeamos cuando veníamos.
! Ahh ! . Con razón te noté un poco nervioso cuando pasamos por ahí - le dije-, ¿ Acaso la viste?.
No, no la ví, estaba pensando subirme a ese árbol que está atrás de tí para poder vigilar mejor por si decide acercarse, aprovechando que hay luna llena.
¿ A esa higuera dices?, yo me subo y vigilo un rato, al cabo no tengo mucho sueño - dije - , mientras tú descansas, para que aguantes la vigilia.
Está bien - contestó - , pero solo un rato, tú necesitas descansar más que yo.
Acomodó su manta en el suelo, tomó un sorbo de agua y se tendió cerca del fuego, con su inseparable faca a un lado y el arco con las flechas al otro. Pronto se quedó completamente dormido.
Mientras tanto, desde arriba, yo trataba de ver algo entre la maleza, pero nada, no veía nada, aunque poco a poco la luna iluminaba un poco más conforme iba ascendiendo en el estrellado cielo, por más que forzaba la vista, no conseguía ver nada más que sombras, además, lejos del fuego como estaba, los mosquitos y demás bichos se daban un banquete con mi sangre, sin importar los esfuerzos que hacía por espantarlos.
No supe en qué momento me quedé dormido, lo único que recuerdo es que entre sueños, escuché la voz de Vajpayee diciéndome : ! Despierta !, ! Despierta !, ! Ahí está !.
¿ Ehhh ?, ¿ Quién ?, ¿ Qué ?- decía yo, sin comprender totalmente lo que estaba sucediendo -
! Luna ! , - me volvió a decir, mientras apuntaba hacia atrás de mí, emocionado - ! Mírala !
Cambié de posición para poder voltearme porque la rama en que estaba no me lo permitía, y la ví, sí, sí, claro que la ví. Estaba a unos pocos pasos de nosotros, echada con las patas delanteras completamente estiradas. Se veía imponente, enorme, hermosa, con aquél color blanco que resplandecía intensamente a la luz de la luna cubriéndola totalmente, tal como Vajpayee había dicho.
- ¿ Y qué pasó ?-
- ¿ Los atacó ? -
- ¿ Tenía hijitos ?-
Las preguntas de los niños volvieron a interrumpir a Narayanan, que aprovechó para tomar un trago más de licor remojando su garganta que se había resecado por las emociones y sentimientos que el relato despertaba en él. Hacía bastante tiempo que no se sentía así...
No, no nos atacó, siguió contando, solamente estaba ahí, echada, completamente inmóvil, mirando fijamente a Vajpayee con sus enormes y hermosos ojos blancos; creo que a mí no me había visto, porque no ví que volteara hacia donde yo estaba, trepado en el árbol, sin poder apartar la vista de tan bello animal.
Tampoco Vajpayee podía dejar de mirarla. Se veía nervioso, emocionado, tanto así que sus inseparables armas seguían en el suelo, junto a su manta, no las tenía empuñadas; pero no parecía preocuparle, como si no fuera un enorme tigre con garras del tamaño de su cara, lo que tenía frente a él.
Estaba parado ahí, sonriendo, sin hacer nada más que verla, feliz por estar otra vez cerca de ella, cuando de la nada, un bulto enorme, saltó sobre él derribándolo con tal fuerza, que le sacó todo el aire
de los pulmones, causando que casi perdiera el conocimiento.
- ¿ Lo atacó la tigresa ?-
- ¿ Había otro tigre ? -
- ¿ Era uno de sus hijitos ? -
- ¿ El cazador se murió ? -
En ese momento, casi todos los que escuchaban la historia preguntaron algo, pero el chamán simplemente continuó sin contestar a ninguno, mientras una gruesa lágrima resbalaba de su mejilla izquierda, cayendo al piso de tierra de la choza, donde desapareció casi inmediatamente...
Era un tigre enorme, mucho más grande que la otra, blanco también, fuerte, poderoso, un macho corpulento y feroz que mientras clavaba sus garras en la espalda de Vajpayee, intentaba morderle el cuello con sus afilados colmillos. Después de algunos intentos, logró hacerlo, lo inmovilizó y cuando creí que iba a matarlo, sucedió algo bastante extraño. La tigresa, que hasta ese momento había permanecido inmóvil, se levantó y se acercó, se paró muy cerca de Vajpayee, se le quedó mirando un momento y abrió el hocico mientras se le acercaba más. Yo cerré los ojos. No quería ver cuando lo mataran, pero no escuché nada y volví a abrirlos. No entendí qué pasó, la tigresa ya estaba echada otra vez frente a él, mirándolo fijamente. En eso, se escuchó un fuerte crujido, Vajpayee se sacudió por un momento y dejó de moverse.
El tigre había cerrado sus mandíbulas con toda su fuerza, rompiéndole el cuello.
El cazador más valiente, más fuerte, más solitario de la aldea, había muerto...
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- De repente, Vajpayee despertó sobresaltado. Al parecer había dormido por mucho tiempo, la luna ya estaba casi a la mitad del firmamento y Narayanan seguía encaramado en el árbol. Iba hacia allá a decirle que se fuera a dormir, cuando en el fondo, en un pequeño claro al pie de unas cañas de bambú, vió una figura conocida.Echada tranquilamente, a unos pocos pasos de donde ellos estaban, Luna, la tigresa blanca, lo veía fijamente. ¡ Qué hermosa se ve!, pensó, la observó unos instantes y se dirigió al árbol donde Narayanan estaba trepado.
Al verlo dormido, le habló hasta despertarlo, para que pudiera ver lo mismo que él veía. Por fin su acompañante se despertó y ambos contemplaron embelesados a tan bello animal, uno , con el gusto de haberla reencontrado, el otro, con el asombro de la primera vez.
Sin embargo, a pesar de la emoción del momento, Vajpayee no pudo dejar de notar algo raro en la actitud de Luna, aunque no podía precisar qué era, porque más que verlo, lo sentía.
Tal vez estará esperando que le dé algo de comer - pensó -, ó quizás cree que voy a salir a cazar y quiere acompañarme. Eso estaría bie... ¡ Oufghh!
En ese preciso momento, el cazador sintió un tremendo golpe en la espalda y casi instantáneamente su cara se impactó con fuerza contra el suelo, quedando semiinconsciente y totalmente desconcertado, tratando con desesperación de llenar sus pulmones de aire, que era lo que su instinto de conservación le ordenaba que hiciera, aunque lo único que iba a conseguir con eso era retardar un poco su muerte.
Después de unos instantes y un par de bocanadas de aire, su mente se despejó un poco y entendió que algo lo había atacado, trató de moverse pero un ramalazo de dolor lo cimbró de pies a cabeza, dolor que era más intenso en la espalda y en la parte de atrás del cuello, donde sentía como cuando recibió una flecha lanzada por un compañero de cacería quien lo confundió con la presa que iban siguiendo, pero multiplicado varias veces. Era un dolor sordo, agudo, penetrante, que casi no le permitía respirar, que aunado al peso que sentía sobre él y a la presión que sentía en el cuello, lo tenían al borde del desmayo.
Haciendo un gran esfuerzo, logró mover la cabeza lo suficiente para ver hacia donde creía que estaba Luna, ya que no recordaba haberla visto moverse cuando sintió el ataque, y efectivamente, no se había movido, continuaba echada mirándolo como si no estuviera pasando nada, fríamente, casi con indiferencia, con apatía, con descaro.
Entonces si no había sido ella, ¿ Quién o qué lo había atacado?.
Como el tigre lo tenía inmovilizado desde atrás, con sus casi 300 kilos apoyados sobre su espalda, no podía voltear para ver a su atacante, sin embargo, de repente,a su cerebro llegó un mensaje aterrador, ¡ Había otro tigre!, seguramente un macho con el que Luna se había juntado para procrear, ¿Sería blanco también?. Justo en ese momento, vió levantarse a la tigresa y dirigirse hacia él lentamente, - ¡ Viene a matarme!, pensó - y se preparó para el final, pero no, no lo mató, simplemente lo contempló por un instante, lo olfateó, le lamió la cara, se alejó un poco y se echó, clavando su mirada en la de él.
Fué entonces, ya de cerca, cuando Vajpayee notó que en realidad esos ojos no eran blancos, sino grises, y mucho más hermosos de lo que parecían de lejos; trató de sonreir, pero no pudo, aunque el dolor se había ido, ya su cuerpo no le respondía, solamente su cerebro continuaba trabajando, así que empezó a recordar la primera vez que vió a Luna, la primera vez que lo siguió, la primera vez que la alimentó, cuando de repente, sintió más presión en el cuello mientras le pareció escuchar un fuerte - ¡ crack ! - y la noche se fué obscureciendo más y más como si no hubiera luna llena y aquellos ojos grises que seguían mirándolo se fueron perdiendo en la obscuridad poco a poco hasta que ya no pudo verlos.
Había muerto...
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Para ese momento, casi todos los que escuchaban el relato, tenían los ojos llenos de lágrimas, unos por imaginar el sufrimiento del cazador y otros por ver el dolor que obviamente sentía Narayanan al contarlo, tal vez por eso nadie preguntó nada ni lo apresuró a seguir cuando se paró para sonarse la nariz y limpiarse los ojos o tal vez pensaron que ese era el final de la historia, pero cuando volvió a sentarse, todos estaban atentos y ávidos de saber en qué terminaría.
Lo que sucedió después fué todavía más horrible - continuó diciendo -, al ver que había muerto, los dos tigres lo empezaron a despedazar; el ruido era espantoso, entre crujido y crujido, se gruñían uno al otro y se lanzaban mordiscos y zarpazos, mientras yo trataba de no moverme y me tapaba la boca con las dos manos lo más fuerte que podía para no gritar.
Estaba seguro que no tardarían en descubrirme, así que hubo un momento en que pensé en dejarme caer del árbol para que todo terminara de una buena vez.
Pero el que descubrió algo fuí yo; de entre la maleza, salieron corriendo y jugueteando, dos tigres igualitos a los que se disputaban los trozos ensangrentados de lo que hasta hace unos momentos había sido un hombre, dos cachorros blancos con rayas negras que habían estado ocultos hasta ahora y que se unieron al banquete que sus padres se daban.
No pude evitar notar lo bonitos que eran, en lo inofensivos que parecían, era difícil imaginar que en poco tiempo se covertirían en perfectos asesinos, en una leyenda más de la selva como lo eran sus padres, tal vez hasta en cazadores de hombres. La sola idea de tener tan cerca de la aldea a cuatro tigres comehombres me hizo estremecer, sobre todo porque en ese momento, ya los cachorros habían probado carne humana y al parecer les había gustado mucho, porque se relamían con avidez la sangre que les escurría de las fauces.
Empezaba a amanecer cuando por fin dejaron de comerse a Vajpayee, de quien solamente quedaban unos pocos restos sanguinolentos, sus sandalias y algunos jirones de su ropa, esparcidos por el pequeño claro donde había pasado todo. De pronto, el tigre se levantó, se estiró, bostezó y empezó a caminar hacia la espesura, perdiéndose de vista rápidamente; la tigresa y los cachorros se pararon también y luego de lamerse entre sí unos momentos, echaron a andar hacia la selva, pero no en la misma dirección del macho, sino hacia el otro lado de la ciénega, hacia el norte.
Algo que se me quedó muy grabado en la memoria, son las manchas de sangre que tenían en la cara, el pecho y las patas delanteras, que al secarse, habían cambiado el pelo blanco que tanto habíamos admirado, por una costra de color rojo oscuro, casi negro, que los hacía verse como las fieras salvajes que eran en realidad. Ojalá Vajpayee nunca hubiera olvidado eso.
Incluso ahora, que ha pasado tanto tiempo, todavía me estremezco al pensar que yo también hubiera muerto despedazado por los tigres si me hubieran descubierto. No puedo imaginar siquiera por qué no me vieron, ni me olfatearon, ni notaron mi presencia, seguramente Vishnú me protegía esa noche.
No sé cuánto tiempo más estuve ahí arriba casi sin moverme, temblando sin control por lo que acababa de ver, muriéndome de sed, pero con muchísimo miedo de bajarme de donde hasta ese momento había sido un lugar seguro, sin embargo, sabía que tenía que irme de ahí antes de que los tigres volvieran, aunque no habían dejado gran cosa del cuerpo de Vajpayee, tal vez decidieran regresar ó tal vez andaban cerca ó tal vez ahora sí me verían y vendrían por mí, así que decidí que ya era tiempo de bajar y de regresarme lo más rápido posible a la aldea.
Traté de controlarme , aspiré profundo y me fuí bajando poco a poco hasta llegar al suelo, cayéndome porque las piernas no podían sostenerme, las sentía débiles y completamente adormecidas.
Con el miedo de saber que ahí abajo era una presa fácil, me froté las piernas para desentumirlas y sacando fuerzas de no sé donde, pude parame y empezar a caminar, así que recogí mis cosas, las sandalias y las armas de Vajpayee y me alejé lo más rápido que pude por donde habíamos llegado; aunque los tigres se habían ido por otro lado, durante todo el trayecto, cualquier ruido me asustaba y me hacía pensar que un tigre andaba cerca y me iba a atacar, por lo que aceleraba el paso mientras apretaba con más fuerza la faca que traía empuñada desde que salí, aunque sabía que no me serviría de nada, me daba un poco de valor traerla en la mano.
Después de varias horas que se me hicieron eternas, llegué por fin a la aldea y me dirigí inmediatamente con el jefe para contarle lo que había pasado, pero al estar frente a él, lo único que pude decir fué que a Vajpayee lo había matado un tigre, después de eso, me puse a llorar y enseguida me desmayé.
Fué hasta el otro día, ya casi al atardecer, cuando desperté sintiéndome aún más triste, pero ya más tranquilo, aunque con muchísima hambre y sed, así que el jefe de la aldea y todos los que se habían juntado en su casa para escuchar cuando le contara todo lo que había pasado, tuvieron que esperar a que Vishva, quien me crió desde que mi madre muriera al nacer yo, me diera de cenar para saber cómo el mejor cazador de la aldea, el más valiente, el más fuerte, el más solitario, había muerto...
Bueno, ya es muy tarde y mañana me espera un ritual largo y cansado - dijo Narayanan mientras se paraba- , además todavía no termino de preparar todo lo que necesito, así que ya me voy, gracias por todo, ya nos veremos en otra ocasión.
Dicho esto se dirigió a la puerta, - ¡ Yo abro! - , dijo Jumna mientras quitaba las trancas, abrió la puerta y se hizo a un lado para que el chamán pudiera pasar.
Todos se despidieron afectuosamente de él, hablando al mismo tiempo, por lo que no se entendía muy bien qué decían, hasta que, cuando Narayanan se dió la vuelta para irse, de entre todas las voces sobresalió la de Prasad preguntando: -conocías bien a ese cazador, ¿ verdad ?- .
Narayanan se dió la vuelta lentamente, miró a cada uno de los presentes, que repentinamente se habían quedado callados, y contestó, con los ojos llenos de lágrimas: ¡ Sí !, él era mi padre...
Nadie dijo nada, simplemente se fueron metiendo a la choza uno por uno mientras el viejo chamán emprendía el camino a su casa, recordando cuántas veces pensó en buscar a los tigres blancos para matarlos, cuántas formas de hacerlo se le ocurrieron, que si con veneno, que si contratando a varios cazadores, que si poniéndoles trampas, pero nunca pudo hacer nada, simplemente porque era un niño sin nadie que lo pudiera ayudar en tan peligrosa tarea, solamente contaba con su madre adoptiva, que aunque quisiera, no podía hacerlo, así que tuvo que tragarse su coraje, su odio, su miedo. Decidió entonces que no podía seguir viviendo en ese lugar donde tanto había sufrido, así que se despidió de quien con tanto amor lo había criado, hizo un pequeño bulto con algo de comida y algunas pertenencias, entre ellas la faca de su padre que desde entonces porta en la cintura, y empezó caminar de aldea en aldea, trabajando por comida mientras encontraba un lugar que le gustara como para quedarse. Así llegó hasta esta aldea, donde buscó al chamán para pedirle que lo aceptara como su aprendiz, porque sabía que jamás iba a poder ser cazador, era demasiado el miedo que sentía cada vez que tenía que adentrarse en la selva, sabía que nunca podría superarlo, que siempre estaría ahí. Incluso ahora, después de tanto tiempo, todavía le afectaba demasiado el recuerdo del ataque, que se hizo más vívido con la noticia que había escuchado en casa de Prasad. Ojalá no hubiera ido...
Entró a su choza, avivó los restos de la fogata y se dirigió hasta el tronco donde tenía los utensilios con los ingredientes necesarios para su ritual del día siguiente. Tomó un recipiente vacío y vertió en él la sangre de vaca, la leche materna, la tierra y finalmente, el agua, mezclándolo todo hasta obtener una pasta suave a la que dió forma de mujer gestando, poniéndola cerca del fuego para que cuando la utilizara no fuera a deformarse, perdiendo así su poder mágico.
Con un puñado de flores formó un círculo alrededor del fuego y la figura, mientras invocaba a la diosa de la fertilidad, luego le puso una ofrenda de frutas y miel, apagó la lumbre y se fué a dormir...
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En la selva profunda, un enorme tigre blanco- el único sobreviviente de los que se comieran a Vajpayee- regresa a su cubil después de una noche de caza, con manchas de sangre y el estómago lleno.
Ha tenido suerte.
Los hombres que vigilaban los alrededores de la aldea, nunca lo vieron, así que pudo acercarse lo suficiente a una choza de la orilla, donde, aprovechando que todos dormían, atacó tan rápida y sigilosamente que nadie pudo hacer nada para evitar que se llevara al más pequeño de los niños que ahí estaban.
Solamente escucharon un par de gritos apagados y alcanzaron a ver cómo el tigre blanco saltaba ágilmente por la ventana que había quedado abierta y se perdía en la obscuridad con su presa en las fauces.
Trataron de seguirlo, pero la ventaja que el animal les llevaba era demasiada para poder alcanzarlo, además, la noche era su aliada, así que con todo y la rabia, la frustración y deseperación que sentían, los once hombres que habían emprendido la búsqueda, tuvieron que regresar a decirles a los desesperados padres, lo que ya todos se imaginaban: que no habían podido alcanzarlo...
El tigre blanco comehombres había matado otra vez...
Pasaron los años...
Hace mucho tiempo que los ataques cesaron; nadie sabe por qué...
Es de noche...
Las llamas crepitantes de una gran fogata, alumbran los rostros nerviosos de un grupo de aldeanos que,
atentos y ansiosos, escuchan una vez más la historia que ha asombrado a cuantos la escuchan...
Esa historia sobre el cazador más valiente, más fuerte, más solitario de la aldea, y Luna, la tigresa blanca, un ataque, un tigre macho, un par de cachorros, blancos también, sangre, miedo, una noche de luna, un árbol y un niño que presenció todo...
Y que durante toda su vida tuvo pesadillas donde revivía el ataque que le costó la vida a su padre, impidiéndole olvidar aquella fatídica noche, pero sobre todo, causando que se preguntara por qué él había sido el único que había podido escapar de las garras y colmillos de la Muerte Blanca...
Nunca supo la respuesta...