lunes, abril 03, 2006

Hoy encendí una vela...

Hoy encendí una vela...

Para pensar en tí...

Como tantas otras veces,estoy aquí sentado en la obscuridad,mirando fijamente el resplandor de la flama,que parece danzar al ritmo de mis recuerdos,moviéndose de un lado a otro,como si quisiera desprenderse del pabilo donde se encuentra prisionera,para seguir con su ardiente baile por toda la habitación,motivada por tener un espectador tan atento.Aunque en realidad,estoy viendo sin ver,estoy tratando de encontrar allí,dentro de la llama,algún vestigio de tu mirada,aquella mirada en la que tantas veces me ví reflejado...
El olor a parafina derretida y rosas de ésta vela aromática, intensifica mis recuerdos.
Era el tipo de vela que siempre encendías cuando estábamos juntos.
Una, si solamente íbamos a conversar un rato o a ver alguna película en la televisión, mientras comíamos pasitas con chocolate...
Dos, si cenábamos o tomábamos café; con leche y miel el tuyo, negro y casi sin azúcar el mío...
Tres, si la necesidad de estar juntos iba más allá de las fronteras de la ropa y nuestras almas y cuerpos se entrelazaban transmitiéndose todo el amor que sentíamos el uno por la otra...

De pronto, una vela no fué suficiente,así que encendí una más...
El recuerdo de tu risa llegó claramente, como si la acabara de escuchar, como si estuviéramos sentados a la mesa redonda de la cocina, cubierta con el mantel blanco bordado, cenando pollo a las brasas y ensalada de berros y nueces, con el ramo de rosas que te traje y que pusiste en un florero, en un extremo de la mesa, junto con las dos velas, iluminando y perfumando la noche, nuestra noche, como te gustaba decir.
Esa noche te veías especialmente bella, usabas el vestido rojo que sabías me gustaba verte lucir, el del escote amplio y los tirantes angostos, que dejaban ver tus hombros suaves y redondos, y parte de tu espalda, usualmente cubierta por tu pelo largo y rizado, que ese día llevabas recogido en un chongo, detenido, no sé cómo, por un par de palitos al estilo japonés.
Después de cenar, tomamos unos tres tequilas mientras recordábamos momentos de nuestra aún breve,historia juntos.
Me pediste que te cantara una canción, aquella que no sabía y me aprendí cuando supe que te gustaba, así que saqué mi guitarra, la afiné y empecé a cantarla mirándote a los ojos, mientras me sonreías y me escuchabas con total atención.
Al terminar esa, empecé otra que había preparado especialmente para la ocasión; estaba sonando el último acorde cuando te soltaste el pelo, me miraste con los ojos húmedos y brillantes y, sin decir nada, encendiste una tercera vela...

También yo encendí otra vela...
Quería hacer más vívido el torrente de recuerdos que inundaban mi memoria con tal intensidad que las manos me temblaban incontrolablemente.
Quería estar otra vez contigo...
Quería sentirte otra vez en mis brazos, tener mi cara enterrada en tu pelo, aspirar tu aroma, acariciar tu piel, besar tus ojos, recostarte en mi pecho...

Una lágrima, luego otra, varias más, el dolor surge desde lo más profundo.
Ya no puedo seguir recordando...
Apago una vela.
Con los recuerdos de las dos velas sí puedo.
Desde que ella no está repito el mismo ritual cada cierto tiempo.
Nunca he podido completar los recuerdos de la tercera vela.
Quizá algún día pueda.
Ya veremos...








2 comentarios:

Fausto Vargas dijo...

Saludos muy buen blog primera vez por aqui

Aquiles dijo...

Hola Patto !
Muchas gracias por la visita y el comentario,espero seguir contando con ambos.Me doy cuenta de que tienes un blog,así que voy para allá en cuanto pueda.
Un saludo hasta Tijuana!