sábado, agosto 19, 2006

Vientooooo ...

Ella a veces llegaba del Este, a veces del Sur, incluso del Oeste, pero casi siempre llegaba del Norte ...
Del Norte ...
Llegaba soplando con fuerza, sacudiendo todo a su paso, haciéndose notar.
Ella era el viento ...
Ella era intensa, violenta, libre, inquieta, impredecible ...
Sobre todo impredecible ...
Nadie podía saber cuándo y dónde iba a aparecerse ... ni cómo iba a hacerlo.
Si iba a ser tierna, suave, melosa, cariñosa ... o si iba a ser intensa, destructiva, avasalladora, violenta.
Aún así , a pesar de todo eso, él la esperaba todos los días, a cualquier hora, en cualquier época del año ...
Él vivía para esperarla, para verla pasar, para verla llegar ...
Aunque no fuera a verlo a él, aunque sólo la viera un momento, aunque sólo la sintiera por un breve instante, cuando pasaba a su lado mientras se dirigía hacia el árbol de enfrente, donde ella se entretenía por horas, transformándose en suave brisa, recorriendo cada una de sus ramas, acariciando cada una de sus hojas, arrancándole susurros apasionados que él tenía que escuchar.
- Ssshhhhhhh - , - Huuuuuu - , - Sssshhhhh - , - Huuuuuu - .

Él hubiera querido poder irse de ahí, a cualquier lugar, lejos, donde no tuviera que ser testigo de aquél romance que tanto daño le causaba.
Pero no podía ...
Él estaba literalmente clavado a ese lugar ...
Él era un árbol .
Pero no un árbol joven, frondoso, fuerte, bien plantado, como su vecino.
Él no era más que un árbol viejo, deforme, ajado, con las raíces de fuera y con las ramas pelonas, sin hojas, sin retoños, sin vida.
Pero siempre la había amado...
Desde que era un pequeño brote que vivía casi a ras de suelo.
Desde que las primeras hojas brotaron en él y pudo entonces sentirla cuando pasaba, soplando, refrescando, acariciando.
Incluso cuando se violentaba y soplaba con fuerza, arrancando de raíz a algunos árboles, maltratando severamente a otros y causando daños por donde pasaba.
Aún entonces, él la justificaba, la defendía, la idolatraba...

Durante muchos años hizo el intento de seguirla, pero sus raíces, enterradas profundamente en el suelo, siempre se lo impidieron.
Trató de utilizar la fuerza de ella, cuando, en forma de ventarrón, azotaba y sacudía cuanto estuviera a su paso, inclinándose hacia donde ella soplaba, para desprenderse del suelo que lo aprisionaba y poder así, seguirla hacia donde ella se dirigiera, ó hasta donde ella lo llevara.
Pero no, nunca pudo hacerlo, nunca pudo seguirla, nunca logró dejar aquél sitio donde había nacido, crecido, madurado y donde seguramente iba a morir.
Morir ...
Ya sólo eso estaba esperando.
Sabía que faltaba muy poco para ello.
Se estaba secando ...
Desde hacía un par de años, no había crecido en sus ramas ni un solo retoño.
Las mariposas y abejas habían dejado de visitarlo.
Los insectos dañinos, que antes lo habían respetado, ahora se paseaban desvergonzadamente por su cuerpo, usándolo de refugio, bodega y guarida, a sabiendas de que las aves, que los mantenían a raya, lo habían abandonado a su suerte.
Las calandrias, los gorriones, los cenzontles y hasta los zanates, que habían sido, hasta hacía muy poco, habitantes de sus ramas, habían cambiado sus nidos a otros árboles que les ofrecieran mayor refugio contra el sol, la lluvia y el viento.

El viento ...
Ella era el viento ...

Ahora, ante la proximidad de la muerte, él recordaba claramente cuando era el preferido; cuando ella, de entre todos los árboles de la región, lo eligió como su amante, su desliz, su aventura.
Su aventura ...
Solamente su aventura porque ella era el viento, siempre libre, impredecible, caprichosa, aventurera y peligrosa.
Aunque él siempre lo supo, aunque ella siempre fué sincera, él siempre albergó la esperanza de llegar a ser para ella su pasión, su refugio, su todo.
Pero no, no fué así ...
Ahora, muchos años después, justo en primavera, ella había elegido a alguien más...
Un árbol joven, fuerte, bien plantado.
Que, para su mala suerte, había crecido a unos cuantos metros enfrente de él.

Y ahora...
Precisamente ahora, cuando él sentía cómo la última de sus ramas que aún vivía se secaba, la sintió pasar...
No a un costado, como acostumbraba pasar últimamente, sino de frente, de lleno, atravesándolo.
Y la sintió tibia, y fresca, y amable.
Y por un instante creyó que ella había regresado con él, para jugar a hacer remolinos que sacudían su follaje y le quitaban las hojas secas , para cantar juntos las canciones que salían de sus ramas cuando ella las atravesaba, dejándose acariciar por cada una de sus hojas, para ...
No, ella no había regresado.
Pasó a través de él, pero iba hacia el árbol de enfrente.

Él tuvo que presenciar, una vez más, cómo ella jugueteaba con el otro árbol, tal y como lo había hecho con él durante tanto tiempo ...
Y entonces pasó ... Él sintió que, desde lo más profundo de sus entrañas, desde la savia misma, brotaban gotas de agua que, al salir, le causaban un intenso dolor ...
Pero no era un dolor físico, era un dolor del alma.
Y tampoco eran gotas de agua, eran lágrimas que escurrían por sus ramas desnudas, mientras él se iba secando, mientras él se iba muriendo, mientras él la llamaba bajito ... vientooooo, vientooooo ...






11 comentarios:

Menta dijo...

Las imagenes que hiciste rememorar,
todo ese andar en bosques entrañables,
hundidos,marcados en mi piel.
La naturaleza y la tierra
me llevaron a la introspección de sentimientos,
no solo el amor, si no el vasto territorio de uno y mil senderos del alma.
Un abrazo Aquiles
Gracias por cada una de tus visitas y la poesia que dejas en ellas.

Menta

@Intimä dijo...

De amores imposibles esta la vida llena, que bonito tu cuento sueño de amor entre viento y árbol marchito, caprichoso el viento que jugo con sus ramas para hacer de su abrigo una triste alborada...
Me recordo a una historia de amor
que escribí hace un tiempo ya de
la historia de amor entre las olas y las rocas del mar.
Besitos.
Te sigo leyendo. Muackk

Luna Agua dijo...

Que ilusa es la pasión en algunos elementos, así como en el viento.
Se deja encantar por el follaje y no por ese inmenso y apasionado amor que el árbol siempre había esperado a darle.

Linda historia...

Un abrazo

gabriella dijo...

quiero ser el viento y acurrucarme en las hojas de mi arbol dormido, pero èl bello y majestuoso solo deja que mis susurros le digan te quiero sin tocarme siquiera, quiero ser la brisa el llanto y su dolor, quiero tanto de el como el creo que no quiere nada de mi, bellos son tus versos poeta que el tiempo me regala con ternura, bellos tus escritos pero mas bella el alma que llevan dentro de ti.

இலை Bohemia இலை dijo...

Pura brisa fresca para mis sentidos.

Anónimo dijo...

Realmente adoro el viento. No ese fuerte que se lo lleva todo por delante sino esa brisa suave que te acaricia la piel mientras paseas o ese viento que se lleva las nubes de tormenta lejos ...

Montse

P.D He estado muchos dias ausente porque estaba fuera de vacaciones

escorpiona dijo...

Que hermosa historia de amor, las imagenes que la acompañan te hacen imaginarte la escena del relato.
Un saludo
Chau

BETTINA PERRONI dijo...

Adoro tus textos, tus historias...
nos llevan de una linea a otra y otra y al final solo nos deja un suspiro... que bella y triste historia de amor.

¿Sabes? amo los árboles... de una manera especial los admiro, alguna vez yo misma me he sentido árbol, de manera general me identifico con ellos... tanta vejez si... pero que fortaleza, que paciencia y que manera tan sabia de ver el paso de la vida.
Gracias por compartirlo.

niza dijo...

el viento y sus caricias son inspiracion devina... cuando sientas al viento en la caricia de un ser querido... es que te ama

besos

sigo leyendo....

Gilberto dijo...

Me intrigo la lectura, y sorpresa, cuando era el árbol viejo que lloraba su perdida, buen escrito. Saludos.

CEL dijo...

Entro por primera vez en tu blog, traigo un poco de brisa marina, para ese árbol herido de amor, encuentre consuelo.

Un relato encantador.

Un saludo