miércoles, mayo 10, 2006

El regalo ...

9 de Mayo...
Un día antes del Día de las madres...
Los niños y niñas de aquella escuela primaria, terminaban los preparativos para el festival que se llevaría a cabo al día siguiente, como todos los años, a partir de las seis de la tarde.
Todos se veían contentos e impacientes de que llegara el momento de mostrar a sus madres sus aptitudes artísticas.
Bueno, en realidad, no todos.
A esa escuela asistían cuatro niños y siete niñas, que no compartían el entusiasmo de los demás por la festividad que se avecinaba.
Ellos no tenían a quién festejar.
Vivían en un orfanato, al cuidado de un grupo de voluntarios que se encargaban de sus necesidades más básicas, pero casi nadie parecía darse cuenta que éstos pequeños necesitaban, también, cariño y atención. La única que parecía saberlo, era Amanda, una muchacha amable y afectuosa que pasaba casi todo su tiempo libre con ellos, ayudando en lo que hiciera falta, desde revisarles las tareas escolares, curarles algún raspón, contarles cuentos a los más pequeños, hasta consolarlos cuando la tristeza y la soledad se volvían insoportables para alguno de ellos.
Juan, Juanelo, como ella le decía, era uno de los más tristes.
La historia de su llegada a ese lugar, era diferente a la de los demás, ya que todos habían sido abandonados, casi recién nacidos, algunos a la puerta de alguna iglesia, otros a la entrada de un hospital y uno que otro, en algún callejón ó de plano en la basura, por mujeres sin corazón y sin conciencia, que justificaban semejante acto, con el pretexto de no poder hacerse cargo de ellos, olvidando que aquellos pequeñitos, no pidieron venir al mundo, sino que ellas los trajeron.
Juanelo sí había conocido a sus padres, pero cuando él tenía cuatro años, sufrieron un accidente automovilístico donde solamente él había sobrevivido. Nadie se presentó para recoger al niño, a pesar de haber publicado su historia en los periódicos, con todo y su fotografía.
Como era tan pequeño, no pudo decir a las autoridades, si tenía algún familiar con quien pudiera irse a vivir, así que, lo mandaron a un orfanato dependiente del gobierno, pero como nunca se adaptó, Amanda, quien en ese tiempo, era voluntaria ahí, decidió tramitar su traslado a un lugar más pequeño, donde pudieran brindarle un poco más de atención. Así fué como Juan, llegó a formar parte de aquél orfanato y también, del corazón de Amanda.
Ese 9 de Mayo, Juanelo, que ahora tenía ocho años, llegó llorando a buscar el consuelo de Amanda, preguntándole, entre sollozos, por qué una de las voluntarias les había llamado, a él y a otros tres niños, hijos de mala madre, cuando se había enojado porque no habían arreglado bien su habitación.
- ¿ Por qué me dice así ?- preguntaba,- ¿ Si a mí no me abandonaron ?-, - ¿Por qué, si mi mamá sí me quería ?-
Amanda, con lágrimas en los ojos, trató de explicarle que seguramente aquella mujer no había pensado bien lo que había dicho, que lo había hecho por la desesperación y el cansancio que causaba el trabajo tan duro de atender a tanto niño, entre tan poca gente, que esa mujer no era mala, que ayudaba por su propia voluntad, que seguramente había tenido un día muy pesado.
Poco a poco, el niño se fué calmando, hasta dejar de llorar. Amanda le había dicho que su mami siempre estaba con él, que siempre lo veía, y que seguramente no le gustaría verlo tan triste.
¿ Y por qué yo no la veo ? - le había preguntado -. Porque tu mami ahora es un ser de luz, así que siempre está alrededor tuyo.
¿ Y por las noches se va ?, - preguntó otra vez -, no,- le contesto ella-, simplemente cambia de lugar, puede estar en la lámpara del cuarto donde duermes y cuando la apagan, se va a la luz del pasillo que se queda encendida toda la noche, incluso, para verte más de cerca cuando duermes, aprovecha las noches de luna, y se mete entre los rayitos de luz que entran por la ventana.
Una leve sonrisa se dibujó en su carita al saber aquello. Se despidió de ella con un beso en la mejilla y se fué a su cama. Una idea había surgido en su mente.
Por primera vez, iba a hacerle un regalo a su mamá por el día de la madres.
Fué a la cocina y sin que nadie lo viera, buscó y buscó hasta encontrar una vela, bueno, no estaba nueva, pero le serviría para su propósito, también agarró unos cerillos para encenderla.
Se estaba arriesgando a recibir un fuerte castigo, las velas y cerillos estaban prohibidísimos para los niños por el riesgo de que al jugar con ellos, causaran un incendio. Eso no lo detuvo. Se llevó los cerillos y el trocito de vela a su cuarto y esperó a que los tres niños con quienes compartía la habitación, estuvieran dormidos.
Se levantó y encendió el trocito de vela, lo puso sobre su viejo buró, junto con el marco de palitos que su maestra les había pedido que hicieran para ponerle una foto de su mamá para regalárselo el 10 de Mayo.
Aunque la maestra lo había dejado decidir si lo hacía o no, el decidió hacerlo, para no estar sin hacer nada mientras sus compañeros se esmeraban en dejarlo lo más bonito posible, solo que él se limitó a pegar los palitos alrededor de un trozo de cartulina, sin pintarlos ni ponerles ningún adorno y como no tenía ninguna foto de su mamá, lo dejó vacío. Ahora se arrepentía de no haberse esmerado un poco más, pero ya no tenía tiempo de mejorarlo, así que sólo lo puso ahí y miró cómo se veía.
No le gustó, se veía muy simple.
Con mucho cuidado, abrió la ventana y se deslizó hacia el pequeño jardín que estaba a unos veinte metros de su ventana, cortó un botón de rosa y se regresó corriendo agazapado, para que no fuera a verlo alguien desde adentro. Llegó a la ventana, trepó sin hacer mucho ruido y una vez dentro, puso el botón junto a la vela.
Ahora sí se veía mejor, pero, ¿ y si su mamá no entendía la intención de la vela?.
Debo escribirle una nota - pensó -.
Así que fué hasta su mochila, sacó un trozo de papel, una pluma y escribió :

Querida Mamita :
Quiero que sepas que te extraño muchísimo, aunque casi no me acuerdo de tu cara, solo recuerdo que me abrazabas mucho y me dabas muchos besos y me decías que me querías. Yo también te quiero mucho, mucho, aunque no pueda verte, hoy supe que siempre estás conmigo. Ahora ya no me siento tan solo.
También supe que ahora estás hecha de luz, así que quiero regalarte la luz de éste pedacito de vela para que brilles un poquito más y nunca te apagues y no vuelva a quedarme solo. Trataré de seguir poniéndote velas pero no sé qué tan seguido pueda hacerlo, porque tenemos prohibido agarrarlas.
Por favor perdóname por no haberte regalado nada antes, es que no sabía que estabas siempre cerca.
Te prometo que a partir de ahora, siempre tendrás un regalito en el día de las madres, en tu cumpleaños no, porque no sé cuándo es, tal vez en Navidad sí pueda regalarte algo. Ojalá te guste la rosa que te corté y el marco que hice en la escuela, aunque esté sin foto.
No sé si puedes ver a papá, pero si lo ves, dile que también lo extraño y lo quiero mucho.
Te dejo mil besos y :
! Feliz día de las Madres !

Tu hijo: Juan.

Un par de lágrimas salieron de sus ojos, pero se las limpió para no manchar la nota que acababa de escribir y que puso debajo del botón de rosa, a un lado de la vela que cada vez era más pequeña.
Le dió un último vistazo a todo y satisfecho de cómo había quedado, se acostó a dormir, deseando soñar con los momentos que había pasado con su mamá.
A los pocos minutos de haberse acostado, ya se había dormido.
De pronto, una leve brisa sopló dentro del cuarto. No había entrado por ninguna de las tres ventanas que había, porque estaban cerradas, pero aún así, aquella leve brisa hizo que la luz del pedacito de vela se moviera, casi hasta apagarse.
También Juanelo se movió. Soñaba que su mamá estaba con él, sentada en la orilla de su cama, deseándole las buenas noches, mientras acariciaba su cabello y le daba un beso en la frente.
Él quería abrazarla, decirle cuánto la quería, cuánto la extrañaba, pero antes de poder hacer nada, ella se levantaba y se iba, mientras le sonreía con una expresión de profunda tristeza en el rostro. Su mamá se iba una vez más...
Al mismo tiempo, la flama del trocito de vela se iba apagando poco a poco, hasta extinguirse por completo.
Juanelo se despertó angustiado y triste, se sentó en la cama y como tantas otras noches, abrazó su almohada para llorar en silencio, para no despertar a los otros niños. En eso, se dió cuenta que el trocito de vela estaba apagado. Se tranquilizó, dió un largo suspiro y se volvió a acostar con una gran sonrisa en su carita.
Estaba seguro de que su mamá había estado ahí y se había llevado su regalo...



¡ Muchas Felicidades a todas las Mamás !
A los que tenemos la suerte de tenerla con nosotros, les pido que le regalen todos los días, su respeto, su compañía y su cariño.
A los que ya no la tienen con ellos, recuérdenla con cariño y regálenle la luz de una vela, que representa el calor del amor que quisieran darle, si estuviera con ustedes en forma física, porque en forma de luz, siempre está, se los aseguro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Aquiles, realmente he sabido apreciar lo que me quieren mis padres cuando he tenido un hijo.
Afortunadamente, puedo disfrutar del amor de uno y de los otros, gracias por pensar.......

Aquiles dijo...

Hola Juan.
Me alegro por eso...
Deseo sinceramente que puedas disfrutar de tal felicidad durante muchos,pero muchos años más.
Gracias por pasar a visitar.
Un saludo afectuoso para toda tu familia...

Sherezada dijo...

Hola!

hace unos días me paseé por aquí con poco tiempo y sólo miré las fotografías, que están preciosas y que me contaron una hitoria muy linda. Ahora paso con más tiempo y, al leerte, veo que la historia es demasiado bella, tanto o más que las imágenes. Te felicito!
Y espero que lo hayas pasado estupendo con tu mamá!

Sherezada

Aquiles dijo...

Gracias Sherezada!
Agradezco realmente te tomes el tiempo para seguir visitándome,a pesar de estar tan ocupada con tu nuevo empleo.
Aquí estamos...
Un afectuoso saludo y hasta la próxima.